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La batalla perdida del “Rainbow Warrior”

El trayecto por mar entre Vigo y Muxía, de 110 millas marinas, fue largo y pesado. El “Rainbow Warrior” (Guerrero del Arco Iris), el buque insignia de Greenpeace, se removía de banda a banda, y sus 16 tripulantes subieron varias veces a cubierta, bajo la bóveda de la noche, entre chaparrones y olas de seis metros, a remover velas y a tirar cabos.

Muchos trabajaban malhumorados: las autoridades españolas han maltratado, entienden, a Greenpeace. Hasta aquí, vale; Greenpeace no nació para entablar amistades con las altas instituciones. Otra cosa, puntualizan, es que se le engañe y se le manipule. A Sebas Losada, uno de los portavoces de la ONG en España, aún le chirrían los dientes cuando le hablan de la aventura del lunes: el “Warrior” seguía a un barco noruego que se dirigía al punto de naufragio del “Prestige”, pero alguien decidió desviar a los noruegos y enviarlos hacia otro punto, hacia el infinito del mar, así que todos anduvieron perdiendo el tiempo: escandinavos y activistas. “No pudimos analizar el lugar del hundimiento, sólo porque alguien se propuso que no lo viéramos”, explicaba ayer Losada, indignado, en una rueda de prensa de Greenpeace en la petroleada Muxía.

El barco de los activistas se despedía de Galicia, rumbo a Rotterdam para someterse a un puñado de reparaciones. El adiós de Greenpeace a Galicia fue emotivo y encendido. Se produjo en el puerto de Muxía, donde diez pesqueros y dornas salieron a recibir al “Warrior”, y luego, en la lonja, al calor de los cofrades, de los voluntarios y de los infantes que hormigueaban en la planta baja del edificio, sacudiéndose el chapapote de las botas, intimando con el dichoso fuel, que todo lo cubre y todo lo intoxica. Averiguaron todos, cofrades, activistas, voluntarios, incluso infantes, que nadie está solo en esta historia, aunque se echó en falta a algún elemento institucional. Ningún político estuvo allí. “Nunca lo han estado”, dice Losada, antes de desarrollar sus argumentos, suave en el tono, riguroso en el contenido.

“Ni el Estado español ni Fomento han cumplido con sus obligaciones nacionales ni supranacionales. Todo se ha improvisado, no ha habido planes de contingencia. Sólo se han preocupado de quitarse el problema de encima. La política informativa ha sido nefasta. Únicamente se ha organizado la gente del mar. Y no se han promovido cambios: hoy, a la flota pesquera no le cuesta nada contaminar en Europa; tan sólo se reclaman multas de 180 millones de euros para el ‘Prestige’, cuando los armadores del ‘Exxon Valdez’, en Estados Unidos, deberán pagar 4.000 millones de dólares por su vertido. Además, hemos detectado un tráfico intensísimo de buques que transportan sustancias peligrosas en un corredor que se halla a menos de 50 millas de la costa.”

Los cofrades se miran entre sí. Josep Figueras, coordinador de los voluntarios en la Costa da Morte, se identifica y se abraza a Losada. “Por lo general, le caemos bien a la gente”, dice Jorge, un activista argentino de Entrerríos.