El figurín manchado de chapapote

cuco

La repeinada cabeza del ferrolano pende de un hilo tras fallar su estrategia de minimizar la crisis.

«Son unas pequeñas manchas. No pasa nada. Está todo controlado». Este era el mensaje que Arsenio Fernández de Mesa y Díaz del Río transmitía a sus allegados de Ferrol mientras el Prestige realizaba su macabra gira. Casi lo mismo que decía en público.

El hasta entonces desconocido delegado del Gobierno en Galicia disfrutaba de los quince minutos de gloria televisiva a los que toda persona tiene derecho, a decir del artista Andy Warhol. Él disponía de mucho más tiempo. Eran amables entrevistas diarias en la TVG y constantes ruedas de prensa, más ásperas.

Soltó una frase verdaderamente antológica: «Sólo hay una cifra clara, que es que no sabemos la cantidad de fuel que se ha vertido». Días más tarde proclamó que el hidrocarburo se solidificaría y se convertiría en un adoquín en el fondo del mar.

«Pico de oro»

Y eso que Cuco, como conocen en Ferrol a este hombre de 47 años de edad, destacó siempre por su facilidad de palabra. Le apodaban pico de oro .

Como concejal del Partido Popular también llamaba la atención por su relamido aspecto. Alto, delgado, siempre engominado, trajeado o de sport.

Sus cuatro apellidos, su negativa a hablar en gallego y su talante conservador completaban una apariencia que encajaba con el estereotipo del señorito ferrolano.

En 1989 dio el salto a Madrid, de la mano de José Manuel Romay Beccaría. Con la agrupación de Ferrol en poder de su gran enemigo, el entonces conselleiro Juan Fernández, De Mesa se centró en hacer carrera en la Corte. Era el campeón en número de preguntas al Gobierno, mientras se colocaba en el aparato del partido, en la calle Génova, a la sombra de Mariano Rajoy, Álvarez Cascos y Javier Arenas.

El Partido Popular triunfa en el 96, pero Arsenio Fernández de Mesa no obtiene su recompensa. En Ferrol lo achacaron al síndrome Roldán . Los seguidores de Juan Fernández lo habían acusado en público de falsear su currículum para atribuirse títulos universitarios, como hizo el ex director de la Guardia Civil. Él siempre dijo que era una «falsedad». Respondía citando cargos ocupados en la empresa privada y exhibiendo su condición de funcionario del puerto.

El premio llegó en el 2000, cuando José María Aznar lo nombra delegado del Gobierno en Galicia en sustitución de Diz Guedes. De Mesa disfrutaba entonces de la fugaz protección de Manuel Fraga. Como presidente de la gestora del Partido Popular local convocó un congreso para que ganase su candidato, Gonzalo Antón. Fraga viajó a Ferrol y se encontró con una inesperada derrota del aspirante oficial a manos del diputado Juan Juncal.

«Sucedió como con el Prestige , dijo que lo tenía controlado, que él conseguía que Antón ganase la asamblea. Perdió e hizo el ridículo ante el patrón», explican fuentes del PP ferrolano.

Perfil bajo

Aun así, De Mesa, visiblemente envejecido, logró mantenerse en su cargo, con un perfil bajo, de escasa proyección. Hasta que las dos bombas de Vigo lo situaron en los telediarios. Un juego de niños comparado con lo que se avecinaba. En los primeros días de la marea negra había dirigentes del Partido Popular que defendían su labor, como parapeto tras el que se escondía el Gobierno. Pero su estrategia de minimizar la catástrofe falló estrepitosamente.

Tras el hundimiento del barco, Fernández de Mesa desapareció de la escena pública. «Cuando Fraga pidió disculpas, habló de posible descoordinación y defendió a Cascos y a Rajoy, estaba censurando a De Mesa», dicen fuentes del PP. Cuco y su paisano López Sors, director de la Marina Mercante, son ahora las cabezas de turco. Más de uno cree que el Gobierno las cortará cuando amaine la marea para intentar cerrar la crisis.