Fiebre aftosa

Índice del artículo

  1. La amenaza de las piscifactorías
  2. Fiebre aftosa
  3. Pesticidas

Pero puede que todo esto no sea lo peor. Los pescadores de caña de toda Escocia han venido observando sus aguas con la misma ansiedad que los pastores de ovejas escudriñan las colinas de su alrededor. Lo que se temen es algo proporcionalmente mucho peor que la fiebre aftosa: una plaga capaz de acabar con todos los salmones que pudieran existir. En Noruega se han drenado 42 ríos para hacer frente al Gyrodactilus salaris, un parásito microscópico letal para los salmones. Todo lo que necesita para pasar de un río a otro es entrar en contacto con las botas de goma o los aparejos de un pescador.

A largo plazo, sin embargo, los elementos más nocivos podrían ser, no las enfermedades ni los parásitos, sino los propios salmones en cautividad. En Escocia, donde el número de fugas desde las piscifactorías se ha quintuplicado en tan sólo dos años de 95.000 ejemplares en 1998 a 491.000 en el año 2000 los pescadores capturan en la actualidad cuatro salmones fugados por cada ejemplar auténticamente libre. En algunos ríos noruegos, las fugas alcanzan hasta el 90% de la población de salmones.

El problema reside en que estos salmones fugitivos se están cruzando con los salmones libres a un ritmo desaforado. La población de salmones libres estará muy pronto totalmente compuesta por los descendientes de los salmones cautivos. Habrá otros pescados en el agua y en las mesas, pero el auténtico salmón habrá desaparecido.

Algunos pescadores escoceses aseguran haber pasado toda la temporada sin ver un salmón y los que han tenido éxito renuncian a su tradicional recompensa. Hoy en día, sacrificar un salmón libre en lugar de devolverlo al río es la forma más rápida de llegar al ostracismo social en las Highlands. Por cada salmón libre extraído del agua hay, al menos, siete ejemplares en cautividad que se escapan de las piscifactorías. En otras palabras, si una pescadería o un restaurante le ofrecen «salmón natural de Escocia» están ejerciendo una intolerable presión sobre una especie en vías de desaparición o le están engañando.

¿Por qué no intervienen entonces las autoridades cuando, según los criterios de la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza e internacionalmente aceptados, el salmón natural del Atlántico o sea, los salmones nativos de 129 ríos escoceses deben clasificarse como especies en peligro?

Tras Noruega y Chile, Escocia tiene la mayor industria salmonera del mundo. En total, las 340 piscifactorías del país generan 6.500 puestos de trabajo en una zona en la que no son muchas las oportunidades de obtener empleo y aportan 260 millones de libras esterlinas 418 millones de euros, casi 70.000 millones de pesetas a la economía nacional cada año. El sector es un objetivo muy peligroso para los legisladores, que no quieren arriesgar dichos puestos de trabajo.

Pero a esas cifras se les puede dar la vuelta. El salmón natural puede resultar casi tan rentable como el de piscifactoría. Si se valoran los precios de las licencias de pesca, el alquiler de barcos y los gastos de los pescadores en indumentaria, equipamiento, hospedaje, transporte y alimentación, el salmón pescado a caña en Escocia reporta 235 millones de libras 378 millones de euros, unos 63.000 millones de pesetas . Y eso sin hacer daño a otras actividades económicas.

Durante el verano de 1999, 10.000 kilómetros cuadrados de las costas Este y Oeste de Escocia el mismísimo corazón del país del salmón se cerraron al cultivo de mariscos debido a los tóxicos existentes en la zona. Los marisqueros afirman que desde la expansión de la industria salmonera, la mayoría del plancton es tóxico en la zona. Aunque las toxinas no afectan a los mariscos en sí mismos, sí que se acumulan en su carne y pueden afectar muy seriamente a todo aquel ser vivo que los consuma. Esto significa que los perjudicados serían los pájaros, los mamíferos marinos y, finalmente, nosotros mismos. En las aguas escocesas hay tres toxinas diferentes: el PSP, el ASP, y el DSP. La primera puede resultar letal, la segunda acarrea diarreas y pérdidas de memoria temporales, y la tercera origina trastornos gástricos e incluso se la relaciona con cánceres de colon y estómago. El año pasado hubo que cerrar 60 instalaciones marisqueras en toda Escocia, de las que 57 estaban cerca de piscifactorías de salmones.