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El submarino del uranio japonés

Esta es la historia de tres submarinos y de una carga de uranio 235 que pudo cambiar el rumbo del mundo. Corría el año 1944 y Alemania estaba contra las cuerdas tras cinco años de guerra. Sus científicos trataban de poner a punto a toda costa un ingenio atómico, un arma de destrucción masiva. Albert Einstein ya había advertido en 1939 de que era posible «establecer una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio... Este nuevo fenómeno conduciría también a la construcción de bombas».

Es la noche del 23 de marzo de 1944. Nos encontramos en pleno Océano Atlántico, a unas 1.200 millas al Oeste del archipiélago de Cabo Verde. Entre la espuma emerge un impresionante y oscuro submarino. Arbola el pabellón japonés y lleva rotulado en la vela su distintivo: 'I-52'. Mide 102 metros y carga 300 toneladas de materiales estratégicos: tungsteno y molibdeno -empleado por los nazis para fabricar el metal de sus cohetes y el blindaje de sus tanques-, magnesio, cerca de tres toneladas de opio para calmar los dolores de los heridos, 3.000 kilos de quinina para las tropas aquejadas de malaria, caucho, 146 lingotes de oro empaquetados en 49 cajas de metal «y una importante cantidad de uranio enriquecido 235». A bordo del gigantesco sumergible viajan 105 marineros. En inmersión, procuran moverse lo menos posible para ahorrar oxígeno. El 'I-52', construido el año anterior en los astilleros nipones de Kure, es capaz de recorrer 1.900 millas sin repostar.

Cazados en el mar

Cerca asoma un sumergible alemán. Para burlar a los espías, carece de distintivos y emblemas. Estados Unidos se encargará de que pase a la historia como el 'U Boot 530' cuando en realidad se trata del 'U-853'. Construido en el astillero A.G. Weser, de Bremen, tiene su base en Lorient (Francia), desde donde ha salido para participar en algunos ataques en «manadas de lobos». Su comandante es el capitán Otto Wermut, un marino experimentado. ¿Su misión? Entregar al japonés un equipo de radar de última generación, tipo Naxos, y trasvasar a dos radiotelegrafistas y a un oficial práctico que ayudaría al 'I-52' a entrar en Lorient. Los mandos de la Kriegsmarine reciben de los japoneses documentos militares de gran valor para el Eje.

Los oficiales de los dos submarinos desconocen que los aliados tienen en su poder los códigos secretos de transmisiones alemanas (Enigma) y niponas (Púrpura) y que conocen su cita. El 'USS Bogue', un buque reconvertido para el transporte de aviones torpederos 'Avenger', había zarpado semanas antes de Norkfolk, en la costa atlántica americana. Conocía la hora y el lugar del encuentro. A la 1.45 de la madrugada, acabada la misión y cuando el sumergible nipón comienza su in- mersión, es detectado por un caza 'Avenger' tripulado por el comandante Jesse Taylor. El piloto lanza varios torpedos de orientación acústica MK-24 -usados por primera vez en combate- y bombas de profundidad. Sin apenas combustible, el torpedero debe regresar al portaaeronaves. Antes, lanza un rosario de boyas acústicas. Guiado por sus señales, el capitán William D. Gordon sigue la caza. El submarino alemán pudo huir. Pero nadie supo nada del 'I-52' hasta 50 años después.

En mayo de 1995, una investigación liderada por el cazador de tesoros Paul Tidwell localizó al gigante nipón a 5.240 metros de profundidad tras tres semanas de rastreos por la zona. Lo halló a 8 kilómetros del lugar en que Gordon lanzó sus torpedos. Tres años más tarde, y tras conseguir los fondos para bucearlo, Tidwell regresó al lugar con el apoyo del buque 'Akademic Keldysh Mstislav' y su equipo de submarinos 'MIR'. Tidwell exploró el sumergible. «Pero no encontró el oro. La aventura dejó muchas preguntas en el aire», señala Joaquim Casellas, un investigador que ha dedicado seis años de su vida a resolver el misterio. «Me guía descubrir la verdad... Por el uranio más que por las dos toneladas de oro».

El comercio secreto

Casellas subraya que posee información directa de los supervivientes del 'U-853' que asistió al 'I-52'. También asegura conocer testimonios de primera mano de los funcionarios responsables del comercio secreto de productos estratégicos para Alemania.

Su conclusión, que ha plasmado en un libro, es la siguiente: si los servicios de inteligencia norteamericanos estaban al tanto del envío del oro y éste no se encontró entre los restos fue porque «en la zona hubo un tercer submarino. Un submarino japonés», apunta Casellas.

Este tercer sumergible, de menor eslora y más rápido que el 'I-52', habría recibido el material más sensible que transportaba la 'vaca lechera' japonesa en el Golfo de Guinea. «Recibió el oro que se usaría para el recubrimiento de la bomba nuclear y el uranio», subraya Casellas, quien también sostiene que los alemanes habrían realizado ya para ese año «pruebas con ingenios nucleares en Groenlandia».

Casellas asegura poseer información sobre este tercer sumergible, un prototipo fabricado con lo mejor de la tecnología japonesa. Y lo que es más importante, sobre su actual destino: fue hundido frente a las costas gallegas por un torpedero. «Lo descubrieron y atacaron por casualidad. Nadie sabía qué transportaba», dice Joaquim Casellas. «Llegar a las hipótesis actuales, que para mí son certezas, ha sido muy complicado, casi una pesadilla. Algunos documentos han sido manipulados y los supervivientes tienen órdenes explícitas y amenazantes de no explicar cuáles eran los verdaderos planes del Eje», declara Casellas.

El error del comandante

Para el investigador catalán, lo que sucedió aquella noche fue que el primer avión hundió rápidamente al 'I-52' una vez que éste entregó los materiales secretos al 'desconocido' sumergible japonés. El submarino alemán pudo escapar, pero, asegura Casellas, al advertir que el avión atacante daba media vuelta, Otto Wermut ordenó virar y emerger para auxiliar a los posibles supervivientes. «Esta decisión fue fatal. Fue torpedeado por el segundo avión. Gravemente dañado, el submarino alemán pudo escapar con el motor a pocas revoluciones, para no ser detectado». Navegó día y medio con rumbo Norte. El submarino, tocado de muerte, se fue a pique. En ese momento, la tripulación tuvo que abandonar la nave en sus botes neumáticos. Pasaron dos días a la deriva. Hubo muchas bajas. «La importancia de la documentación que les habían entregado los japoneses hizo que el Ejército alemán enviara un barco para rescatar a los pocos miembros de la tripulación que seguían con vida», apunta Casellas. «Pero las altas esferas nazis no perdonaron nunca la imprudencia de Wermut», el comandante del 'U-853' que perdió su submarino en la tarea de rescate. Los supervivientes de ese 'U Boot' son los únicos que conocen la verdad de un misterio que pudo cambiar la historia del planeta.