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Benito de Soto, el más cruel e indómito de los piratas

En el Diario Mercantil de Cádiz correspondiente al 13 de Enero de 1830 se inserta una noticia que, por su relevancia, se desarrolla con inusual extensión para un diario mercantil al uso de la época, en el que las noticias reseñadas tenían que ver principalmente con los movimientos de buques en la ciudad, las efemérides astronómicas y los estrenos teatrales y operísticos que tan frecuentes eran en el ilustrado Cádiz de aquella época.

Concretamente, el citado día se inserta, por orden del Excmo. Sr. Gobernador de la Plaza, la certificación del ajusticiamiento de diez marineros de la tripulación del bergantín brasileño "Defensor de Pedro" acusados de piratería y otros delitos.

En pleno siglo XIX, en el Glacis de Puerta Tierra, entre los días 11 y 12 de Enero de hace justamente 174 años, fueron ahorcados nada menos que diez piratas ante la sorprendida mirada de numerosos gaditanos horrorizados por las atrocidades cometidas por estos hombres, autores de fechorías tales que "sólo al referirlas se resienten la humanidad y el decoro", como relata el Diario Mercantil.

Pero la historia comienza mucho antes y al otro lado del océano, y su desenlace inesperado y asombroso ligará estrechamente a estos piratas con Cádiz.

En Noviembre de 1827 dio la vela en Río Janeyro con destino a la costa africana de Mina el bergantín brasileño "Defensor de Pedro", armado en corso y mercancía, al mando del teniente de la Marina Real D. Pedro Maris de Souza Sarmento y con una dotación de cuarenta hombres de distintas nacionalidades (portugueses, franceses y españoles). Este barco era uno de tantos de los conocidos como "negreros", que intercambiaban mercancías y armas de fuego por esclavos en los dominios portugueses de la costa occidental de África.

El 26 de Enero de 1828 se sublevan catorce marinos, capitaneados por el gallego Benito de Soto, aprovechando el desembarque del capitán y parte de la tripulación en la costa africana. Se deshacen de algunos marineros y retienen a la fuerza al piloto del bergantín y otros tripulantes que habrán de serles útiles en las nuevas singladuras. Desde un primer momento, surgen cruentas discusiones en torno al mando del barco, pero Benito De Soto logra por la fuerza imponer su autoridad pasando a cuchillo a los disidentes. Los piratas truecan el nombre del bergantín por el de "Burla Negra" y comienzan sus rentabilísimas "hazañas".

El 13 de Febrero de ese año, a la altura de la isla de Ascensión, el buque británico "Morning Star" que regresa a Londres procedente de Colombo (Ceylan) cargado de telas y especias, es interceptado por el "Burla Negra". Los ingleses no tienen otro remedio que rendirse apelando a la inexistente clemencia de los piratas que hacen alarde de un comportamiento violento en exceso del que no se libran ni las mujeres ni los niños y "aunque hemos oído los pormenores, no queremos ofender los oídos del público refiriéndolos". Obtienen un cuantioso botín. De hecho el Diario Mercantil de 10 de Julio de 1828 se hace eco de esta noticia bajo el título de "Horrible Piratería".

A este abordaje le sucede el de la fragata americana "Topaz", en viaje de Calcuta a Boston. La hunden, dejando con vida a un único superviviente que embarcan preso en el "Burla Negra". El ambiente en el barco pirata se hace cada vez más tenso, con continuos intentos de motín, por lo que De Soto, decide poner rumbo a las Azores y de allí a Galicia, para vender el fruto de la rapiña y "disolver la sociedad". Pero no pierden el tiempo camino de Pontevedra: los barcos "Cassnock", "New Prospect", "Melinda" y "Simbnry", correrán la misma suerte que los dos buques anteriores. El 26 de Abril de 1828, parten de La Coruña con un cuantioso botín fruto de la venta ilegal de lo robado y deciden dar vela hacia el sur para iniciar una nueva vida allí donde no los conozcan. La noche del 9 de Mayo, unas luces en la costa les hacen suponer que están ante el faro de Tarifa, donde planeaban embarrancar el "Defensor de Pedro". Pero cometen un error de cálculo y las luces que ven son las de Cádiz, con lo que encallan el bergantín a la altura de un ventorrillo conocido como de "El Chato", que ya llevaba casi cuarenta años funcionando. Precisamente, la primera ayuda recibida les llega de dicha venta.

Así, los supuestamente honrados marineros se pasean impunemente por Cádiz tras sobornar a un funcionario que pasa por alto unas más que sospechosas y vagas declaraciones, sin despachos ni roles que las avalen. Pero las habladurías cunden por Cádiz y la gente empieza a sentir malestar al ver deambular al extraño e impune grupo por las calles de la ciudad. El destino les reserva un encuentro indeseado: un súbdito inglés, superviviente del "Morning Star" y de paso por Cádiz, los reconoce y delata a las autoridades, que los apresa seis días después del intencionado naufragio.

Benito de Soto, el más indómito y cruel de todos, consigue escapar in extremis y huye en un barco ese mismo día con destino a Gibraltar. También escapa su lugarteniente José de los Santos. Ambos son juzgados en rebeldía y De Soto es condenado a ser "arrastrado, ahorcado, descuartizado y los cuartos colocados en escarpias a las orillas del mar". Por su parte Nicolás Fernández, Antonio de Layda, Saint Cyr Barbazán, Guillermo Teto, Federico Lerendu, Nuño Pereyra, Francisco Goubin, Pedro y Domingo Antonio y Joaquín Francisco son mandados ahorcar (con posterior descuartizamiento y exhibición de la cabeza en escarpia para los seis primeros). Tras el largo proceso, la sentencias se ejecutan entre el 11 y el 12 de Enero de 1830, días en los que sopló en Cádiz un gélido viento del Norte y se estrenó en el Teatro Principal la ópera en dos actos "Coradino, corazón de hierro" de Rossini.

Catorce días más tarde, en la plaza de Gibraltar donde fue detenido cuando escapaba de Cádiz, las autoridades británicas ahorcan a De Soto, convicto y confeso de horribles fechorías contra buques de Su Majestad. Será él mismo el que se ajuste el nudo a la garganta y exhiba una extraña altanería libre de todo arrepentimiento, dejando boquiabiertos a los británicos.

Tan pormenorizado relato de los hechos, así como la trascripción de las declaraciones de los reos y su proceso se recogen fielmente en un interesantísimo libro escrito por el oficial de la Armada D. Joaquín Mª de Lazaga y Garay en 1892 ("Los Piratas del Defensor de Pedro. Extracto de las causas y proceso formados contra los piratas del bergantín brasileño Defensor de Pedro que fueron ahorcados en Cádiz en los días 11 y 12 de enero de 1830" Madrid: Tipografía de Infantería de Marina). En el prólogo expone como motivo que le lleva a escribirlo el silencio que rodea a tan fabulosa historia, sucedida en Cádiz sesenta años antes solamente. Desconozco cuántos ejemplares existen del mencionado libro. Un ejemplar se conserva en la Biblioteca Nacional, en Madrid. Y otro lo encontré, de auténtica casualidad, un domingo de enero del año pasado bajo un montón de papeles y libros polvorientos en uno de los puestos del mercadillo que se celebra en la Plaza del Mercado de Abastos de Cádiz. Lo compré por dos euros.

Pero la historia no acaba aquí. 3 de Junio de 1904. Varios operarios se encuentran trabajando en la almadraba de D. José Zarandista situada al final del barrio de San José (extramuros de Cádiz). Están cavando una zanja de medio metro para enterrar las cabezas y los despojos de los atunes capturados. De repente, descubren enterradas unas monedas de las llamadas "Ambos Mundos" acuñadas en México entre 1750 y 1755, que recuerdan mucho a los duros vigentes con anterioridad. La noticia se difunde como la pólvora y decenas de hombres, mujeres y niños con palas y cribas se afanan por la playa en busca de las codiciadas monedas que se venden en el acto a precios entre las tres pesetas y los dieciocho reales. No existe cantidad fiable de monedas encontradas. Se estima que rebasaron las 1500 piezas. En los Carnavales del año siguiente, Antonio Rodríguez, más conocido por "El Tío de la Tiza", inmortaliza el sucedido en un tanguillo del coro Los Anticuarios titulado Los Duros Antiguos.

D. Antonio Perea de la Rocha, Marqués de Arellano, investiga exhaustivamente el hallazgo de los duros y todo lo que le rodea en archivos públicos y privados hasta que publica un artículo en ABC el 4 de Diciembre de 1960 donde condensa todo lo encontrado. En dicho artículo afirma: "tengo casi la seguridad absoluta de que las monedas encontradas en la playa en 1904 son las que traían a bordo los tripulantes del bergantín brasileño Defensor de Pedro". Los piratas, acosados por las sospechas cada vez más crecientes, pudieron ocultar apresuradamente parte de su botín en la playa gaditana y, tras ser apresados, no volver nunca más a recuperarlas. Curioso e inesperado destino para unos duros que cruzaron el océano para acabar, inmortales para siempre, cantados en el Carnaval gaditano. Pero, como el propio Marqués de Arellano señala, estas cosas de la mar, sólo la mar las sabe...