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Mareas rojas mueven toxinas prohibidas como armas químicas

Algunas de las biotoxinas de origen oceánico que transportan las mareas rojas están incluidas en la lista de compuestos biológicos prohibidos en la Convención Internacional de Armas Químicas, según los datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria.

La actividad de algunos de estos microorganismos es tan letal que, tras ingerirlos en suficiente cantidad, pueden sobrellevar a la muerte en dos horas, no sin sufrir antes precipitados episodios de parálisis de parte del cuerpo y un súbito fallo respiratorio. Es el caso de la toxina PSP (paralizante).

El compuesto fue bautizado con el nombre de saxitoxina , y puede localizarse en los fenómenos naturales de las mareas rojas, compuestas por microalgas unicelulares que, en abundancia, logran esas decoloraciones del agua de mar.

Parte de la comunidad científica internacional reunida esta semana en Oia (Pontevedra), entre los que destacan varias de las voces más autorizadas en este campo -como el profesor japonés Kiyotoshi Yasumoto, considerado por muchos como el padre de la investigación de toxinas marinas- ha alertado de que es posible que la familia de la muerte siga avanzando y aumente la parentela en los próximos años, a medida que avancen las investigaciones para identificar nuevos compuestos nocivos.

Al parecer, el cambio climático a nivel planetario también podría ser el causante de la aparición de nuevos microagentes con capacidades paralizantes, diarreicas y amnésicas que, tras ingerirlos en ciertas cantidades, llevan aparejados cuadros médicos singularmente dolorosos e, incluso, provocan una muerte fulminante. En algunos casos no existen antídotos específicos.

Los episodios de mareas rojas se han producido en los cinco continentes, según los datos de varias de las ponencias expuestas en la cumbre de esta semana de Santa María de Oia bajo la batuta de la Universidad de Vigo y de la Asociación Oficial de Químicos Agrícolas (AOAC). Sin embargo, no existe una estadística fiable sobre sus apariciones y, en cierto modo, no pueden identificarse las zonas costeras que han recibido mayor número de impactos tóxicos.

La costa gallega es uno de sus receptores, lo mismo que muchas áreas atlánticas de Estados Unidos y de Canadá, así como zonas de África y de Latinoamérica y el sudeste asiático. Los mismos datos revelan que la zona del Meditarráneo está poco expuesta a estos episodios venenosos.

Al parecer, la primera vez que se registró un fenómeno como las mareas rojas fue en Canadá durante los años 70. Las toxinas originan los cierres y aperturas de los polígonos de bateas una vez que ha pasado el episodio, sin que, por el momento, el episodio pueda ser mitigado de forma natural.

Dada la importancia para la salud humana y la repercusión socioeconómica de todo el entramado acuícola mundial, la comunidad científica internacional que estudia estos fenómenos se dedica a ello en cuerpo y alma. La capacidad creativa y las piruetas genéticas de la naturaleza marina son los caballos de batalla contra los que luchan los investigadores hoy día.

En Galicia, en concreto, y dadas las magnitudes del sector (3.300 bateas, 9.000 empleos y 340 millones de euros de cifra de negocio) existe una de las redes de centros de control y equipos de investigación más amplio y veterano de toda Europa. Entre otros, existen equipos de expertos en las universidades, en el Instituto Español de Oceanografía, en el laboratorio privado de la patronal conservera, en el centro do medio mariño de Vilaxoán y en el Ministerio de Sanidad en Vigo.