Los sonidos del medio natural. Preferimos el rumor de un río al sonido de una ciudad
“Los sonidos del medio natural, mejor valorados que los sonidos sociales, humanos y tecnológicos”.
El objetivo de este reciente estudio, realizado por Isabel López Barrio y José Domingo Guillén, del departamento de Acústica Ambiental del Instituto de Acústica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), fue analizar las preferencias de distintos grupos de población en relación a diferentes estímulos sonoros, así como los sentimientos y sensaciones asociados a los mismos, con el fin de conocer en que medida el significado otorgado a los sonidos influye en dichas valoraciones.
En este estudio participaron 279 personas, de 14 años en adelante, que fueron sometidas a un cuestionario textual (descripción de los sonidos) y sonoro, de 20 sonidos, agrupados en "sonidos naturales", "sonidos tecnológicos", "sonidos sociales y humanos" y "señales sonoras". Los encuestados valoraron los sonidos en términos de agrado-desagrado, en una escala de 1 a 7, desde "muy desagradable" (1) a "muy agradable" (7).
Los sonidos naturales fueron los mejor valorados mientras que los tecnológicos fueron los que menos. Un ejemplo lo constituye el sonido "arroyo" y "fuente de agua", del grupo "sonidos naturales", que se sitúan, en la escala utilizada, entre "bastante" y "muy agradables". En cuanto a los sentimientos que los encuestados asociaron a estos sonidos están los de seguridad, tranquilidad, protección y belleza, evocando al ambiente rural, la naturaleza y la montaña. Existen estudios precedentes a este de López Barrio y Domingo Guillén en los que los científicos (Ulrich, 1983; Kaplan y Kaplan, 1989) han demostrado que los estados emocionales positivos originados por el contacto con el medio natural favorecen la recuperación mental inducida por nuestra vida cotidiana. En el otro extremo está el sonido "martillo perforador", del grupo "sonidos tecnológicos", valorado como "muy desagradable" en la escala de agrado. Los sentimientos asociados fueron los de molestia, desagrado, enfado e incomodidad, evocando el ambiente urbano y su elevada sobre-estimulación acústica y enmascaramiento sonoro, lo que se asimila a ruido, como sonido que produce incomunicación.
Esto no quiere decir, que todas las valoraciones sean unánimes entre los encuestados del estudio. En el caso de las señales sonoras, el sonido "campanas" obtuvo una valoración general de "algo agradable" en la escala, asociado a sentimientos positivos, pero donde, según los grupos de edad de los encuestados, las valoraciones eran distintas. La población adulta (mayor de 40 años) lo valoró como "bastante agradable" debido a la familiaridad y agrado que evocaba esta señal sonora. Los más jóvenes (de 14 a 19 años) la valoraron como "indiferente", asociado a sentimientos de indiferencia, estridencia y desconcentración, lo que concede al lenguaje sonoro de las campanas el carácter de ruido para estos jóvenes.
El "Estudio de Preferencias en la Evaluación de Sonidos" (I. López Bárrio y J. Domingo Guillén, 2001), que se publicó en la revista del Congreso Tecniacústica de noviembre, se basa en estudios científicos previos y amplía la información existente sobre la forma en que la población percibe el ambiente sonoro de un determinado lugar. Desde hace tiempo han primado los trabajos científicos sobre el medio y el paisaje del que forma parte el hombre, basados en una perspectiva espacial, debido en parte a que nuestra sociedad considera su cultura en términos estéticos y visuales, menospreciando los sonoros, entre otros.
Por otro lado lo que llamamos ambiente sonoro ha sido estudiado más desde el punto de vista de la contaminación acústica que como un elemento de comunicación. En esta última perceptiva, donde el hombre recibe información sonora y responde a ella en su actividad diaria (intelectual, social), nace la idea de "paisaje sonoro" (Schaler, 1977) como un paisaje más en nuestras urbes y pueblos, que el hombre valora en función de las interacciones con él. Así, algunos trabajos de investigación (Seung-Bin Im, 1984; Herzog, 1985) señalan el sonido como la segunda fuente en importancia en las valoraciones de ambientes urbanos y naturales.
Conocer más amplia y profundamente las características del sonido que nos rodea, más allá de la identificación "ambiente sonoro"-"ruido" y valorándolo no sólo por su intensidad, sino también por la información que contiene, podrá ayudar a promover mejores diseños y planificaciones de las ciudades donde el hombre vive y contribuye al paisaje sonoro.