Trucha común española. Diversidad genética y conservación
Desde 1.988, el Laboratorio de Ictiología genética de la Universidad de Girona ha estado trabajando con las poblaciones naturales españolas de trucha común. Este estudio, que ha constituido la base de la tesis doctoral de José Luis García-Marín, ha permitido identificar la existencia de poblaciones autóctonas de trucha común en tramos altos de diversos ríos españoles. Asimismo, nos ha permitido conocer el estado general de las poblaciones trucheras, obtener una visión amplia de cual es el grado de diversidad genética presente en los ríos españoles y determinar el genotipo propio de estas poblaciones diferenciable del de las poblaciones de repoblación que tienen un origen marcadamente "centroeuropeo".
La política de repoblaciones masivas realizada en los ríos españoles hasta hace bien pocos años, dificultó el trabajo para descubrir cual era el verdadero genotipo de las poblaciones que pudieran ser consideradas como verdaderamente autóctonas. Con esta finalidad, se recogió una muestra de la población de trucha que sustenta el río Riutor, afluente de la zona alta del río Llobregat, y otra del stock de trucha de la piscifactoría de Bagà, ambos en Cataluña. (El río Riutor, que está en el límite del Parque Natural del Cadí-Moixeró en la Sierra del Cadí, Pirineo catalán, es un refugio de pesca. La piscifactoría de Bagà, perteneciente a la Generalitat de Catalunya, está situada en la misma área muy cerca del mencionado río y las truchas que produce son utilizadas en las anuales repoblaciones de los ríos catalanes).
El análisis comparativo de las dos muestras permitió descubrir diferencias significativas entre las truchas capturadas en ambos sitios e indicó que la muestra del río podía ser considerada como perteneciente a una población autóctona y distinta del stock de la piscifactoría. El nivel de diferenciación genética entre la población natural y el stock era considerable, 13 de los 52 caracteres electroforéticos analizados presentaban diferencias estadística-mente significativas. El grado de diferenciación era equiparable al observado, mediante esta técnica, entre subespecies de peces. A la vez, se obtuvieron marcadores genéticos característicos y diferenciados para cada una de las poblaciones, que permiten discernir con total fiabilidad si un individuo corresponde a una u otra de las dos poblaciones analizadas. La posibilidad de que la población del Riutor pudiera corresponder a la autóctona original, incrementó nuestro interés por extender nuestro estudio a otras cuencas hidrográficas del Estado español. Cabía la posibilidad de que la población del refugio no fuera autóctona sino que fuera la consecuencia de anteriores repoblaciones con el material que entonces existía y distinto de la actual de la piscifactoría. Sólo si otras poblaciones naturales, supuestamente no repobladas, compartían este acervo genético (o gran parte del mismo), tendríamos la certeza de haber encontrado un genotipo autóctono. Genotipo que no forzosamente tendría que coincidir con el que tenían todas las primitivas poblaciones autóctonas, pero sí es el que deberían compartir, en gran medida, todas aquellas poblaciones naturales autóctonas que no hubieran sufrido una gran intogresión a partir del genotipo aportado por las poblaciones de repoblación.
Diversidad genética y diferenciación.
El estudio sistemático del resto de cuencas hidrográficas del Estado español (Galicia, Palencia, Cantabria, Guipúzcoa, Aragón, Catalunya, Castellón, Cuenca y Andalucía), realizado a partir de este hallazgo, ha confirmado la veracidad de nuestra hipótesis. En mayor o menor medida, la totalidad de cuencas muestreadas (24 ríos) mantienen poblaciones autóctonas de trucha común. Estas poblaciones tienen marcadores genéticos propios, no observados con anterioridad en estudios previos de las poblaciones europeas (o que aparecen en ellas en muy baja frecuencia), y que confirman su naturaleza autóctona.
Además, el análisis de muestras de stocks de trucha de repoblación mantenidas en las diversas piscifactorías públicas españolas -Bagà (Cataluña), Carballedo (Galicia), El Soto (Palencia), Infiesto (Asturias), Planduviar (Huesca), Los Pajares (Teruel) y Uña (Cuenca)- ha demostrado que, en general, todos ellos tienen la misma estructura genética. Creemos que ésta debe corresponder al de las primitivas poblaciones introducidas en España para su utilización en repoblación y cuyo origen estaba en los stocks comprados en piscifactorías extranjeras (alemanas, escocesas o italianas) fundados a partir de poblaciones naturales de estos paises.
La posibilidad de diferenciar ambos tipos de poblaciones, ha permitido detectar poblaciones de trucha de repoblación en tramos que inicialmente se pensaba no habían sido repoblados (caso del río Guadalaviar en Teruel); en algunos de los casos, ejemplares capturados en estas zonas, y tenidos como autóctonos, se han utilizado como reproductores para la creación de nuevos "stocks autóctonos" que han resultado ser genéticamente idénticos, por ser descendientes, de los que clásicamente se habían usado en repoblación. Y lo más grave de todo ello, la comprobación de la existencia de poblaciones autóctonas que presentan introgresión genética de los stocks de repoblación, debido a la formación de híbridos naturales procedentes de la fecundación entre los dos tipos de reproductores.
La distinción en dos grupos: poblaciones autóctonas y poblaciones introducidas, correspondientes estas últimas a las utilizadas en las repoblaciones y mantenidas en piscifactoría, no indica que deba existir una homogeneidad en cada uno de los grupos. Los análisis filogenéticos indican que la mayor diferencia se da entre ambos linajes; sin embargo, es también sustancial la diferenciación encontrada entre las distintas poblaciones autóctonas, que contrasta con la gran homogeneidad encontrada entre los diferentes stocks de las diversas piscifactorías analizadas.
Como hemos dicho más arriba, el muestreo realizado a lo largo de distintas cuencas hidrográficas españolas, ha permitido catalogar la existencia de diversas poblaciones, que pueden ser clasificadas como autóctonas, en las cabeceras de los ríos Miño, Duero, Tajo, Ebro, Turia, Segura, Guadalquivir y pequeños ríos de las zonas cantábrica y pirenaica. Aunque todas ellas comparten rasgos genéticos comunes que son propios del denominado genotipo autóctono, se caracterizan por presentar rasgos característicos y diferenciales entre sí. La presencia de marcadores genéticos específicos de grupo y/o población ha conducido, inicialmente, a una subdivisión en dos grandes áreas que corresponderían a las dos grandes cuencas de vertido: la atlántica y la mediterránea. Sin embargo, esto no excluye que en cada una de las áreas existan grupos de poblaciones que puedan presentar determinadas características genéticas propias.
Situación actual de la trucha común española y futuras actuaciones de gestión.
A pesar de que la situación general de las poblaciones de trucha común en los ríos españoles no es excesivamente brillante, aún ahora es posible encontrar en tramos altos de ciertos ríos algunas buenas cabeceras que sustentan poblaciones autóctonas de trucha. Sin embargo, la situación de cada una de ellas por lo que se refiere a tamaño, reproductores, etc., es distinta dependiendo de factores tan diversos como: caudal y calidad del agua, alimentación, introgresión por poblaciones introducidas, presión pesquera, etc. No obstante, debemos alertar sobre la posibilidad de pérdida de estas poblaciones. Las variaciones de caudal -tanto por las sequías como por las tomas excesivas de agua y la proliferación de minicentrales-, el furtivismo y las repoblaciones incontroladas, son algunas de las amenazas que pueden llevar a la pérdida de una población ya sea física como "genéticamente".
Una adecuada gestión de un recurso biológico como es el caso de la trucha común, debe permitir su explotación o disfrute pero, de manera tal, que las generaciones futuras (nuestros hijos) también tengan acceso a él en las mismas o mejores condiciones en que nosotros lo hemos recibido. Por ello, una adecuada gestión ha de permitir, primero, conservar y, en segunda instancia, recuperar como recurso piscícola nuestras poblaciones autóctonas de trucha común. La diversidad genética presente en las poblaciones naturales de cualquier especie, es la base sobre la que se sustenta la adaptación de las poblaciones a las condiciones cambiantes del medio en el que viven. Determinadas características genéticas, aunque óptimas para un concreto biotopo, pueden representar la pérdida de la población en otras condiciones. El mantenimiento de la diversidad genética presente aún en nuestro planeta es, en estos momentos, el principal reto que tiene planteado la humanidad.
En el caso que nos ocupa, los datos obtenidos para las poblaciones españolas de trucha común (Salmo trutta) indican que son distintas del resto de poblaciones europeas de la misma especie y con características genéticas propias y a veces únicas. Sería un contrasentido que dejáramos perder la ocasión de preservar lo que aún nos queda de original. La conservación de este patrimonio genético único se presenta pues como el primero y principal objetivo a realizar en estos momentos.
Una acertada gestión de la trucha común debería separar las zonas en las que aún existen poblaciones autóctonas, generalmente los tramos altos de las cabeceras, del resto de tramos del río donde es posible que también habite la trucha común de repoblación. Estas zonas donde aún perdura la trucha común autóctona deberían ser la base de la conservación y, a nuestro entender, ser declaradas refugios donde las actividades humanas, incluidas la pesca, tuvieran poca o nula incidencia. El resto de tramos podrían constituir la base del programa de recuperación de poblaciones de trucha a partir de nuevos stocks originados desde poblaciones autóctonas colindantes y amplificados en tamaño en los centros piscícolas.
La recuperación de las poblaciones autóctonas presentes en los ríos, debería permitir poder abrir ciertos tramos a la actividad pesquera con condiciones tales como: 1) aumento de la talla para permitir que todos los adultos hubieran podido desovar al menos una vez; 2) reducción y control del número de adultos capturados; 3) prohibición de su comercialización y 4) aumento de la creación de cotos de pesca sin muerte. Por otra parte, esta política de gestión pesquera podría, y debería, ir acompañada de la creación de cotos, cerrados o no, de pesca de trucha común en tramos medios de ríos con fácil accesibilidad, pero que sin embargo estuvieran aislados del resto de tramos por barreras, naturales o no, que pudieran impedir la mezcla de ambos tipos de poblaciones. Estos cotos podrían sustentar presiones más altas de pesca y ser mantenidos con un stock de piscifactoría. Aún así, opinamos que este tipo de repoblación debería hacerse a partir de los juveniles primerizos y nunca de los más avanzados y/o de los adultos. Esto abarataría los costes de mantenimiento de la piscifactoría y permitiría una mejor adaptación de estos stocks en el medio natural.
Este modelo de conservación es básicamente un modelo de gestión a partir del río, diferente al que hasta ahora se ha desarrollado a partir de stoks en centros piscícolas. Pero además, este modelo de gestión que se propone no está reñido con la existencia de una adecuada política de gestión pesquera. Ambas deben complementarse con integrantes de las dos vertientes que se ofrecen: a) el mantenimiento de las poblaciones de trucha común autóctona como parte de un bien común que debemos preservar y b) la existencia de una actividad humana de recreo como puede ser la pesca de la trucha.
Todo lo enumerado hasta aquí no tiene sentido ni razón de ser si no va acompañado de la que pensamos debe ser la primera acción a llevar a cabo desde este mismo momento: la recuperación del río. Demasiadas veces a lo largo de nuestro andar por los ríos españoles hemos visto que el mantenimiento de su caudal, una de las cosas más importantes en un río, no se cumplía con la necesidad que el momento requería y el rigor que la ley permitía. Recuperar la población de un río para que en otro momento pueda desaparecer rápidamente por el simple hecho de que un determinado tramo se quede seco, no tiene sentido y contradice cualquier lógica de gestión.
Autores: Carles Pla y Jose Luis García-Marín