Sónar provoca en ballenas muerte. Síndrome de descompresión
La coincidencia temporal de maniobras navales y varamientos masivos de cetáceos no es casual. Las ondas de sónar -el radar acústico que utilizan barcos y submarinos para controlar la actividad subacuática- pueden llevar a algunos tipos de ballenas a sufrir un síndrome de descompresión y morir en las playas. Es la conclusión a la que han llegado investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), tras practicar la necropsia a diez de los catorce zifios -cetáceos de tamaño medio capaces de sumergirse a gran profundidad- que vararon al sur de Fuerteventura en septiembre de 2002, durante unas maniobras navales.
«Nadie había hecho hasta ahora un estudio sistemático de los animales muertos», ha explicado a este periódico Antonio Jesús Fernández Rodríguez, catedrático de la Facultad de Veterinaria de la ULPGC. Su equipo de Anatomía Patológica encontró en los ejemplares examinados pruebas de que, al igual que los submarinistas que sufren el síndrome de descompresión, se había activado en los animales la liberación en burbujas del nitrógeno acumulado en el cuerpo durante una larga inmersión a profundidad, lo que había provocado una embolia y «muchas pequeñas hemorragias» en órganos vitales. El estudio aparece hoy en la prestigiosa revista Nature .
El cuadro clínico
Las ballenas muertas en Fuerteventura hace un año empezaron a llegar a las playas pocas horas después de que los barcos militares que participaban en unas maniobras encendieron sus sónares. «Llegaron a la orilla vivas, pero con lesiones internas. Estaban completamente groguis», recuerda Fernández Rodríguez, quien añade que el cuadro clínico «se complicó aún más entonces por el denominado síndrome de estrés del varamiento».
Lo que de momento ignoran los científicos es qué dispara la formación de burbujas de nitrógeno, si el sónar de media frecuencia de los navíos militares es culpable directa o indirectamente. «Se sabe que si un tejido que tiene una alta concentración de nitrógeno recibe una onda acústica de determinada intensidad, esto puede activar el mecanismo interno de formación de burbujas», explica el patólogo. Sería una posible explicación, pero también cabría otra.
Aunque los mamíferos marinos han desarrollado en su evolución mecanismos para evitar la descompresión, puede ser que éstos se rompan en determinadas condiciones. Los hallazgos de un grupo de investigadores del Instituto de Zooología de Londres, coautores con los españoles del artículo de Nature , apuntan a que los cetáceos pueden padecer ese síndrome. El equipo dirigido por Paul Jepson ha encontrado, en varamientos ocurridos en el Reino Unido entre 1992 y 2003 no asociados con maniobras navales, ejemplares aislados -3 de 24 delfines Risso, 3 de 342 delfines comunes y 1 de 1.035 marsopas- que presentaban síntomas de haber vivido episodios de descompresión.
Los escenarios que barajan los expertos son dos: que el sónar, a determinadas intensidades, actúe directamente sobre los tejidos saturados de nitrógeno, disparando los mecanismos de formación de burbujas, o que, cuando reciben una presión acústica intensa, los zifios asciendan tan rápidamente que rompan las barreras naturales contra la descompresión y sufran embolias gaseosas, como en el caso de los buzos. «Ambas realidades no son incompatibles. Podrían solaparse», concluye el director del equipo de investigadores españoles.
No utilizar el sónar donde haya cetáceos
La colaboración de la Armada ha sido, hasta donde pueden, fenomenal», sentencia Antonio Jesús Fernández Rodríguez. El trabajo del equipo de investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria se ha beneficiado de la actitud de unos expertos militares que «han mostrado un carácter más ecologista que algunos de sus detractores».
La participación del Ejército en la comisión investigadora del varamiento de septiembre de 2002 ha permitido, por ejemplo, descartar que el causante de las muertes de los cetáceos fuera un sónar de baja frecuencia, como el nuevo de la Marina estadounidense contra el que se han movilizado los ecologistas. «Aquí se emplearon sónares de media frecuencia, los normales». La Marina de EE UU ha invertido 300 millones de dólares en el desarrollo de un sónar de baja frecuencia capaz de ver un submarino a 450 kilómetros de distancia y que, según los ecologistas, va a llenar el océano de ondas sónicas dañinas para los mamíferos marinos.
Hasta que no se sepa la manera, directa o indirecta, en que los equipos convencionales de detección submarina provocan las lesiones en los animales y si depende del tipo de señal acústica, lo que recomienda el patólogo es prudencia. «Allí donde haya colonias de zifios y de otras especies de cetáceos no se tendría que utilizar el sónar».
Ésa sería la principal consecuencia de un trabajo cuyos resultados han abierto nuevas interrogantes, entre las que destaca la posibilidad de que los cetáceos puedan sufrir síndromes de descompresión como los buceadores, a pesar de los millones de años de adaptación al medio marino.
El síndrome
Los zifios son las ballenas habitualmente asociadas a los varamientos durante ejercicios navales.
Estos cetáceos descienden a grandes profundidades en las que pueden permanecer hasta 90 minutos antes de salir a la superficie para volverse a sumergir. Durante las largas permanencias en el fondo del mar, el nitrógeno se acumula en sus tejidos «en concentraciones muy altas» y es su liberación de golpe la que provoca el síndrome de descompresión, el mismo que sufre un buzo cuando asciende rápidamente a la superficie.