El Architeuthis sp.
Julio Verne elevó a leyenda el calamar gigante que atrapa y hunde barcos. Se vio seducido por estos animales en el pasaje de su novela “20.000 leguas de viaje submarino”. Su ficción se había basado en el hallazgo, hace un siglo y medio, por parte del zoólogo danés Johan Japetus Steenstrup de un pico de calamar de 11,5 centímetros de longitud, como prueba irrefutable de la existencia de estos cefalópodos gigantes. El nombre oficial del género al que pertenecen todos los calamares gigantes es el de Architeuthis, nombre atribuido precisamente por Johannes Japetus Smith Steenstrup en 1.856. Este danés fue pionero en el estudio de estos calamares.
Los calamares gigantes, los mayores invertebrados vivientes, constituyen el alimento básico de depredadores de gran tamaño, fundamentalmente cachalotes, en cuyos cuerpos aparecen huellas de sus ventosas provistas de anillos córneos dentados, en su lucha por intentar zafarse de las mandíbulas de estos mamíferos marinos de hasta 20 metros de longitud, que se sumergen hasta más de 1.200 metros de profundidad, detectando a los cefalópodos mediante ecolocación. La impresión de las ventosas en la piel de los cachalotes ha llevado a deducir que los calamares gigantes pueden llegar a tener un peso de cerca de 1 tonelada.
Muy ocasionalmente son capturados moribundos. El conocimiento sobre su biología, fisiología y ecología es muy fragmentario, y se ha obtenido a partir de animales varados muertos, de restos encontrados en los estómagos de sus depredadores y de los pocos ejemplares capturados moribundos.
Como una de sus posibles causas de mortandad, se ha sugerido la alta sensibilidad del oxígeno a incrementos de temperatura en combinación con la escasa capacidad de la sangre de los calamares gigantes para transportar el oxígeno. Así, cuando se encuentran en masas de agua de relativa alta temperatura y baja concentración de oxígeno se asfixian. Estas masas de agua son frecuentes en las costas de Terranova, Gran Bretaña y Escandinavia en el Atlántico Norte.
La falta de información sobre los calamares gigantes es tal que se desconoce el número de especies que componen este género. Parece que en el Atlántico Norte la especie existente es Architeuthis dux.
Por contestar está todo lo relativo a su comportamiento, modelo de crecimiento, tamaño y edad máxima que alcanzan.
Los calamares gigantes nacen con un tamaño de unos 3 milímetros y alcanzan hasta 18 o 20 metros de longitud total, lo que significa un peso total de hasta 1.000 kilos, esto si es deducible y sabido.
Los estudios realizados a partir de las bandas de crecimiento diarias presentes en los estatolitos, huesos del oído, se sabe que un ejemplar juvenil de 100 kilos puede tener tan sólo dos años de edad. Se trata de la criatura marina con la tasa de crecimiento más alta conocida. Su fecundidad de hasta dos millones de huevos hace de ellos una potencial especie oportunista. Estos auténticos Kraken o monstruos marinos no han sido nunca observados vivos, y todo lo que se conoce sobre ellos han sido especulaciones por informaciones y estudios obtenidas a partir de ejemplares muertos o moribundos.
Son muchas las incógnitas por resolver: ¿Para qué les sirven y cómo usan los enormes ojos, los mayores del reino animal, en los ambientes sin luz donde moran, que se sitúan entre 400 y 1.200 metros de profundidad? ¿Cómo capturan a sus presas? ¿Cómo encuentran a sus congéneres ya que no forman cardúmenes o bancos? ¿Cuándo es su época de reproducción? ¿Cómo es el apareamiento? ¿Dónde efectúan la puesta? ¿Cómo usan los enormes anillos córneos dentados de las ventosas que tienen en sus brazos y tentáculos? ¿Cambian de color? ¿Pueden producir algún tipo de luz?
Ni siquiera sabemos si estos enormes animales son agresivos. Sabemos, que no son comestibles. Ello se debe a que su metabolismo proteico tiene productos amoniacales como desechos finales. Parte de estos productos se eliminan por la orina, pero otros son absorbidos quedando acumulados en los músculos. La función de ellos es producir una flotabilidad neutra ya que son más livianos que el agua del mar. Con ello apenas tienen que gastar energía para permanecer entre aguas, lo que es muy económico y conveniente dado sus grandes dimensiones. Esta adaptación metabólica ha hecho que, tengan unas aletas muy reducidas, incapaces de impulsarles y sólo útiles para actuar como estabilizadores cuando el animal se desplaza a reacción, pero ¿lo hace muy a menudo? Y si lo hace, ¿cuál es la distancia máxima que puede alcanzar desplazándose de esta forma? Todo son preguntas y más preguntas.