Mi fisioterapeuta es un delfín
Antonio flota tranquilamente en el agua, mientras Fara, Alfa, Guina y Lea, cuatro jóvenes delfines, juegan a su alrededor. A su lado, Braco Wytmann, fisioterapeuta y psicólogo trabaja con él aprovechando los beneficios de las ondas de ultrasonido que emiten estos mamíferos. Antonio tiene 4 años y parálisis cerebral, y recibe ayuda en el único centro en la Península que aplica la delfinoterapia
Cuenta Homero que durante una de sus muchas aventuras en su accidentado viaje a Itaca, Ulises fue salvado por unos delfines, que en la antigua Grecia eran considerados casi dioses. Los aborígenes de Australia conservan leyendas en las que cuentan que los pueblos primitivos se comunicaban con estos mamíferos marinos, con quienes mantenían una estrecha relación espiritual, y los indios americanos ven a los delfines como la simbolización «Maná», la respiración sagrada de la vida. En la sociedad actual los delfines han dejado de ser seres mitológicos, pero se han convertido en terapeutas.
Aunque médicos, psicólogos, fisioterapeutas y científicos no acaban de ponerse de acuerdo sobre los beneficios de la delfinoterapia, la experiencia parece confirmar que los delfines tiene una influencia positiva en personas con dolencias físicas y mentales y los ultrasonidos que emiten tienen efectos biológico en el ser humano.
En el parque temático de Mundomar (Benidorm) cada día niños con parálisis cerebral, síndrome de Down, autismo, oncológicos o con problemas de movilidad, se introducen en el agua acompañados de un psicólogo, que tras unos minutos de adaptación, deja que los delfines hagan su terapia.
Aprender más rápido
La emisión de los ultrasonidos por parte de estos mamíferos permite tal estado de relajación y de receptividad en el menor, que permite una estimulación diez veces superior a la que se consigue en cualquier otra terapia, según explica Braco Waitmann, que lleva dos años trabajando con niños y delfines en el parque temático, que junto con el acuario de Tenerife son los únicos centros en España que aplican la delfinoterapia. Pero a diferencia del centro canario, en Benidorm se potencia que la relación entre niño y delfín sea natural, «no se les incita a acercarse con comida, se deja que sea el instinto lo que mueva al animal».
El agua y los delfines actúan como «motivadores» para los pequeños, les anima a entrar en las piscinas, y además les estimula, por lo que se aprovecha ese estado para trabajar con el niño al igual que se haría en la clínica, pero con mejores resultados, «a veces los cambios son pequeños de comunicación o movilidad, otras veces más llamativos, en ocasiones se nota esa misma semana, y normalmente después de varias semanas, incluso meses, pero siempre son cambios positivos».
A pesar de todo, ni este psicólogo ni la coordinadora del programa, Camino Herreros, quieren hablar de milagros. «No queremos dar falsas esperanzas a ningún padre», afirman, ya que «se trata sólo de una terapia más, una alternativa que normalmente se complementa con otras muchas, como natación o fisioterapia, que suelen seguir estos pequeños».
Se trata de un programa totalmente gratuito, que actualmente sólo está delimitado por la propia demanda. «Toda las sesiones del próximo año ya están cubiertas» según destaca la coordinadora, quien no descarta buscar algún tipo de subvención con el fin de ampliar las instalaciones y poder llegar a más familias. Pero mientras tanto, los casos se van programando por riguroso orden de solicitud. En principio se aceptan niños desde tres hasta 21 años, aunque existen excepciones. «Hemos tenido una niña de dos años con cáncer, incluso un joven de 34 años, pero son excepciones, como los casos de niños terminales, que son los únicos con los que nos saltamos la lista de espera», según explica Camino Herreros.
Los casos avalan los beneficios de los delfines. Íñigo, un joven con parálisis cerebral, empezó a demostrar sentimientos tras su contacto con los delfines: ahora, ríe y se enfada. Otro de los pequeños pudo dormir sin necesidad de respirador por primera vez en su vida tras pasar por el acuario. Son pequeñas mejorías, pero lo que para otras familias es habitual, para los padres de estos niños es todo un logro, algo que creían imposible. Así, uno de los niños que participaron en el proyecto contestó a una pregunta de su madre, solo un «sí», pero fue el primero que dijo en diez años.
En el caso de Miguel, un autista de cuatro años que siguió la delfinoterapia en Mundomar durante dos semanas de agosto, los cambios se han demostrado en mejoras en el lenguaje, según destaca su madre, Inmaculada, quien a pesar de todo se muestra cautelosa: «No se si se debe sólo a los delfines, porque los compaginamos con otras terapias, pero Miguel ahora dice más palabras y con más sentido» y sobre todo, añade, se mueve mejor en el agua, «ahora bucea y se tira solo».
De cinco a cien niños en dos años
De las cinco familias que hace tres años siguieron una terapia de fin de semana en Mundomar, este año son más de doscientos los niños que participan en la delfinoterapia.
Este proyecto comenzó nada más abrir el parque Mundomar. «Enseguida empezamos a recibir multitud de llamadas de padres que nos preguntaban si hacíamos delfinoterapia, así que empezamos a investigar el tema, ya que se trata de niños con condiciones especiales, que necesitan un tratamiento especial. Necesitábamos por tanto personal especializado en el comportamiento infantil, pero también en el comportamiento en el agua y en psicología». Tras muchos meses de recibir únicamente negativas, de dar «muchos palos de ciego» y visitar centros con delfinoterapia en otros lugares del mundo, la solución vino de la mano de Branco Waitmann, quien además de psicólogo y fisioterapeuta, de hablar cuatro idiomas y trabajar en una clínica con niños autistas, tenía una escuela de buceo con la que el parque colaboraba para la limpieza de sus acuarios.
El programa empezó con sesiones de fines de semana, pero ante los resultados y la demanda se amplió a semanas completas. Actualmente se trabaja con cuatro delfines, todos hembras, que no participan en el espectáculo.
Los niños llegan de distintos puntos de España, pero también de Europa, ya que por ejemplo en Alemania existe una asociación que paga a las familias el desplazamiento y el alojamiento. «Hasta ahora los mandaban a Estados Unidos, pero por el mismo dinero trayéndolos aquí pueden ayudar a más familias». Antes de iniciar las sesiones, el fisioterapeuta ve los informes médicos y de los profesores, y las familias realizan un cuestionario que se archiva. Tras las sesiones rellenan otro y se mantiene el contacto con las familias para ver la evolución de los pequeños, muchos de los cuales no dudan en repetir al año siguiente.