Reino Unido. La carga de la vergüenza
Tras viajar 1.157 días y recorrer 66.600 kilómetros en un conflictivo periplo de ida y vuelta entre el Reino Unido y Japón, ayer volvió a suelo británico el más polémico cargamento nuclear de la historia: residuos nucleares japoneses convertidos en óxido mixto de plutonio y uranio (MOX). Los 255 kilos de plutonio de esa mezcla son suficientes, conveniente tratados, para producir 50 bombas atómicas. El MOX producido en el Reino Unido fue rechazado por Japón en 1999 por problemas de seguridad en su procesamiento. Ahora será tratado de nuevo en el Reino Unido.
Los ecologistas han plantado cara a la operación. Las Flotillas contra la Amenaza Nuclear y el legendario Rainbow Warrior, el buque insignia de Greenpeace, acosaron a los cargueros Pacific Pintail y Pacific Teal mientras surcaban el mar de Irlanda hacia el puerto de Barrow-in-Furness, en Cumbria, en el extremo noroeste de Inglaterra.
Pese a los turbulentos tiempos que vive el mundo, la siniestra carga no tuvo más protección que la de un cañón de 30 milímetros ensartado en la popa del Pacific Teal, encargado de velar para que nadie atacara al Pacific Pintail, donde viajaba el polémico combustible nuclear.
El trasiego de desechos nucleares entre Europa y Japón es una práctica relativamente extendida desde los años 70 y denunciada con ahínco por las organizaciones ecologistas. Japón envía a Europa gran parte de sus desechos nucleares para convertirlos en combustible MOX y reutilizarlos en su programa de energía nuclear. De hecho, jamás se ha reutilizado ni un sólo gramo de plutonio, por los problemas de seguridad que hasta ahora se han producido y por la fuerte oposición de la opinión pública japonesa, que desconfía de ese material.
En el presente caso, los residuos ya tratados y convertidos en combustible nuclear partieron de Barrow-in-Furness con destino a Fukushima el 19 de julio de 1999. A medio viaje, se supo que British Nuclear Fuels Limited (BNFL), encargada del tratamiento en su planta de Sellafield, había falsificado los certificados de seguridad del procesamiento de los residuos. El Gobierno japonés y las empresas propietarias del combustible, Tokio Electric y Kansai Electric, exigieron su devolución al Reino Unido por considerar que no era apto para ser reutilizado en una planta nuclear.
En julio de 2000 el Gobierno británico aceptó el retorno del combustible con el propósito de volver a procesarlo, ante el pasmo de las organizaciones ecologistas, que exigían que fuera declarado residuo nuclear y almacenado en Japón en un lugar adecuado. Ayer la carga culminó su tercer viaje entre el mar de Irlanda y Japón.
Los ecologistas consideran que es una temeridad transportar arriba y abajo del planeta un material que puede provocar una terrible catástrofe humana y ecológica en caso de acabar en el mar. Y denuncian también la posibilidad de que los cargueros sean asaltados por terroristas ansiosos de conseguir un material, el plutonio, con el que podrían fabricar 50 bombas atómicas.
BNFL responde que la amenaza terrorista es impensable, que las medidas de seguridad del carguero (equipado con cinco cámaras estancas) hacen imposible un hundimiento, que la carga no es tan peligrosa como se dice y que los contenedores que la transportan no se disuelven en agua. 'Es como echar un taco de mármol en un vaso de agua', aseguran.
El 4 de julio, los cargueros de BNFL zarparon de Fukushima, Tras más de dos meses de viaje y pese a las protestas ecologistas en el mar de Tasmania, el cabo de Buena Esperanza y el mar de Irlanda, el combustible nuclear arribó ayer de nuevo a suelo británico.